martes, 4 de enero de 2022

NUESTROS MONSTRUOS

 


NUESTROS MONSTRUOS


Mi mundo se había convertido en un monstruo de tres cabezas.

Una no paraba de intimidarme,

La otra me asfixiaba

Y la tercera me engullía.

El monstruo, por suerte, no me acechaba a diario,

Pero cuando venía me aterraba,

Me causa tanto pánico que dejaba de ser yo

Y me convertía en un pelele a su merced.

El monstruo me transformaba en un ser desvalido,

Vulnerable y tristón.

No paraba de sacar todas mis miserias,

Miedos e incertidumbres

Y se alimentaba de ellas,

con ello crecía de continuo;

y cada vez eran más frecuentes sus visitas.


Un día encontré un hueco para esconderme del monstruo de tres cabezas,

Aquel ser que había conseguido desbancar la sonrisa de mi alma

Y me había hecho sentir pequeña y cobarde.

Hallé un lugar para burlarlo,

un espacio donde me sentía protegida.

Era un sitio rectangular, mullido y acogedor: mi cama.

Mi cama se convirtió en mi refugio,

En mi muralla frente a la realidad.

Desde ella todo se veía distinto,

No existían los problemas;

El monstruo de tres cabezas no podía alcanzarme.

Mi cama era capaz de neutralizarlo,

De omitirlo,

De volatilizarlo.


Y así, sin darme cuenta, terminé cambiando al monstruo

Que me infundía tanto terror por un lugar cómodo

Que día a día y en silencio se fue comiendo mi alma.

Y cada vez constaba más salir de ella

Porque mi cuerpo había empezado a pertenecerle.

El monstruo se había desvanecido

Pero yo me había quedado anclada en la pena

Y la tristeza de no saber manejar mi vida.

Me había convertido en una esclava,

Primero de un terrorífico monstruo,

Después de un espacio, en apariencia, apaciguador.


Hasta que una mañana mi voluntad se sublevó y,

alzada en armas, decidido plantarle cara al mundo,

a la vida,

Al monstruo de tres cabezas,

Al lugar acogedor y confortable que parecía un buen remedio

y, sin embargo, lo había empeorado todo.

No puedo decir qué final tendrá esta historia,

Pues todavía está por escribir.

Lo que sí os puedo contar es que cada día,

Cada mañana,

Me levanto peleona y con ganas de ganar

A cada monstruo, a cada fantasma, a cada penuria…

El monstruo puede que gane alguna batalla,

Pero jamás le dejaré vencer la guerra.

Nunca volveré a darle la satisfacción de huir,

Ni de confinarme en mi cama.

En la mayoría de ocasiones la vida no es justa ni grata,

Pero si hay que bailar con las desgracias,

Bailemos esbozando una sonrisa,

no derramando lágrimas.

Luchemos ante las adversidades,

y aunque no ganemos,

al menos podremos sentirnos orgullosos

de haberlo intentado.

Nadie dijo que la vida fuera fácil ni sencilla,

Por eso debemos pelear con uñas y dientes,

Para no perder la sonrisa.

Ella es la única arma capaz de enterrar

A todos nuestros monstruos.


Eva Zamora.


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