Tribuna para el diario El Norte de Castilla
Del
Episodio VII de la saga de La guerra de
las galaxias, creada por George Lucas y ahora propiedad de Disney, sabemos
muy poco, como que se va a estrenar, salvo algún cambio, el 18 de diciembre de
2015. Pero vamos conociendo más datos, con cuentagotas. El hijo de Mark Hamill
(Luke Skywalker en la ficción), Nathan Hamill, ha publicado en su web una foto
en la que aparece su padre, delante de una gran nave con el rótulo del “Episodio
VII”, con barba y una camiseta negra, lo cual nos sugiere y nos hace pensar,
relacionar, recordar.
El negro es el color del
Lado Oscuro, el color de Darth Vader, pero también el color de Luke en El retorno del Jedi, donde parece un
sacerdote, un hombre de alta espiritualidad, enteramente de negro. La barba de
Mark Hamill también nos indica cosas importantes: puede ser la barba de Alec Guiness,
Obi-Wan Kenobi, maestro Jedi, casi una reliquia de otros tiempos, en Una nueva esperanza, el Episodio IV, el
primero que vio la luz para toda una generación de niños que, como dijo George
Lucas, estaba creciendo sin cuentos de hadas. Yo fui uno de esos niños.
Pero
la barba de Luke también nos lleva a Obi-Wan de joven, al Obi-Wan que encarnó
Ewan McGregor en el segundo y tercer episodio. La barba también de Qui-Gon Jinn,
maestro de Oby Wan. La barba es sagrada, rezan antiguas mitologías, como nos
enseña Joseph Campbell, prestigioso mitólogo que fue clave para la creación de La guerra de las galaxias. George Lucas
sufrió un accidente de coche muy grave con 18 años. Él quería ser conductor de
coches de carreras, y la velocidad y los automóviles eran su gran pasión. Pero
este accidente, que casi acaba con él, le condujo a otra vocación, a otro mundo
muy diferente. En el hospital se interesó por materias como la mitología o la antropología.
Leyó El héroe de las mil caras, valioso
libro de Joseph Campbell que muestra cómo los mitos del mundo están
relacionados y unidos entre sí, como si hombres de tierras y culturas muy
lejanas respondieran y necesitaran los mismos mitos, o muy parecidos.
Lucas
estudió escritura creativa y se matriculó en la Universidad de Cine de
California, donde hizo una gran carrera, con muy buenos cortometrajes –entre ellos
uno que se convirtió en su primer largometraje, THX 1138-. Allí contactó con Francis
Ford Coppola, con el que tuvo una relación brillante pero muy compleja.
Coppola, que no era mucho mayor que él,
fue su maestro, o al menos algo similar, enseñándole mucho y dándole muy buenos
consejos. Pero Coppola tenía una personalidad muy diferente a la de Lucas, y no
siempre se llevaron bien. Coppola era expansivo, extrovertido, mientras que
Lucas era más bien tímido. Sin embargo colaboraron en muchos proyectos, guiones,
películas, producciones, entre ellas una película de su admirado Akira
Kurosawa, Kagemusha.
Pero
¿dónde está el secreto de La guerra de
las galaxias? Es muy difícil decirlo. Ni siquiera, tal vez, Lucas podría
decirlo. O quizá ahora sí, pero no cuando la estrenó, en 1977, cuando pensaba
que iba a ser un gran fracaso. Puede que la clave esté en esa declaración suya
de que una generación de niños estaba creciendo sin cuentos de hadas, y que él
les proporcionó –nos proporcionó-, un cuento renovado, el “mito renovado”, como
dijo Joseph Campbell cuando vio por primera vez La guerra de las galaxias –Episodio IV-, llenando un agujero que
necesitaba ser llenado. Y haciéndolo con materiales muy creativos, pues, aunque
a Lucas no le gusta nada escribir, lo hace maravillosamente
En
una entrevista sobre las películas el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca
me dijo que eran una síntesis mitológica, pero también es una síntesis de los
referentes culturales que pudo disfrutar Lucas durante su infancia y adolescencia,
por ejemplo los space operas o los westerns. Han Solo es un vaquero del
espacio, y la escena del bar en el puerto de Mos Eisley remite a las clásicas
escenas de duelos y peleas en los bares de las películas del Oeste. Todo está
inventado, pero al mismo tiempo todo está por reinventar, y finalmente por
inventar. Lucas quería mostrar la confrontación del Bien y del Mal, pero no lo
hace ni mucho menos de forma maniquea, antes bien muestra el paso del Bien al
Mal en algunos personajes, fundamentalmente Anakin Skywalker-Darth Vader, que
se erige en protagonista de las dos primeras trilogías, en una saga que yo
diría que tiene también protagonista colectivo, por las funciones tan
importantes de muchos de sus personajes.
Star Wars constituyen unas películas
aptas para todos los públicos, unas películas que no dejan de enseñar algo, no
importa la edad que tengamos. Cuando somos niños nos llama la atención unas
cosas, mientras que cuando crecemos nos fijamos más, tal vez, como fue mi caso,
en su factura cinematográfica, o en su trasfondo mitológico y cultural.
Finalmente,
como escribió Agustín Sánchez Vidal, y creo que esto es esencial, son una
oportunidad para realizar una “peregrinación” a los orígenes del mito, a sus
fuentes. Para muchos espectadores forma parte troncal de su infancia. Ahora
empieza a serlo también para nuevas generaciones de niños que en cuanto las
descubren llevan estos personajes y sus aventuras a sus propias vidas, como lo
hicimos nosotros cuando teníamos pocos años. La guerra de las galaxias viaja de generación en generación,
renovándose.
Eduardo
Martínez Rico
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