Obi-Wan,
ideal jedi
Yoda es
más sabio, Darth Vader más poderoso, envuelto en un halo de misterio, quizá el
centro total de la película, Luke es la bondad inocente e ingenua, la extrema
pureza, sobre todo al principio, Han Solo es la simpatía, la gracia constante,
la generosidad... Hay personajes en La
guerra de las galaxias que no pueden abandonar la memoria de los que las
han visto. Pero Obi-Wan reúne lo que todos tienen en conjunto.
Él es
sabio, fuerte, simpático, como todos, pero posee todas estas cualidades, y
además es bondadoso como ninguno, comprensivo. Su papel en las películas es el
de defensor de la República, primero; ayuda a los rebeldes en un momento en que
él es el único que puede auxiliarles —y por eso Leia acude a él en el epiv—, y guía a los personajes que
mueven verdaderamente las historias, héroes, elegidos: Anakin y Luke. Él mismo
es un héroe mucho más positivo que ellos; no tiene lado oscuro; nunca, a lo
largo de toda la saga, desfallece... Por supuesto, nunca busca el honor y la
gloria, lucha como si lo hiciera otro por él. Su premio es poder hacer lo que
hace; en realidad, es el gran maestro.
Yoda es
demasiado elevado para enseñar, su sabiduría se mueve en terrenos demasiado
elevados. Obi-Wan, como de-muestra en El
ataque de los clones, es el hombre que se puede tomar una copa en un bar
con un confidente para sacar una información, el joven sabio, y el viejo joven
y sabio. Nosotros también nos tomaríamos una copa con Obi-Wan, pero la copa
sería menos agradable con Anakin, incluso con Luke o con Qui-Gon Jinn.
Asistimos
a la madurez de Obi-Wan durante todas las películas como sin querer; su papel
es la del eterno secundario, y muchos lo llamarían segundón, pero para mí es
uno de los más queridos. Y eso, naturalmente, lo consiguió Lucas con la primera
trilogía, en la que le dio un protagonismo maravilloso.
Dicen que
Ewan McGregor, que ya sabemos que sufrió lo suyo rodando estos primeros
episodios porque tenía que actuar solo delante de pantallas azules —rodaje con
cámaras digitales— y se aburría, vio la segunda trilogía varias veces,
aprendiendo de Alec Guinnes sus gestos, su forma de actuar, su personalidad...
Y así consiguió crear un personaje perfecto que enlaza con el original; ahora,
en realidad, el original es él: él es Obi-Wan Kenobi. En la mirada de Ewan
McGregor, en su forma de mover los dedos, de cruzar los brazos en ese gesto tan
suyo, está Alec Guinnes y La guerra de
las galaxias.
Obi-Wan es
el hombre de acción, el destinado a las más grandes misiones, que le gustaría
ser hombre de pensamiento, estatismo y meditación. Forma a Anakin, formará a
Luke cuando ya esté retirado en el desierto como una especie de ermitaño. En el
epiii, ese episodio tan clave, al
final, con todo perdido, es el encargado de matar a Anakin.
Hay nuevas
grandes misiones. Es Obi-Wan el que se hace cargo de los niños, los hijos de
Anakin y Padmé, de ocultarlos de su propio padre y de la influencia
todopoderosa del Emperador, y entrega a la niña al senador Bail Organa —«Mi
mujer y yo nos quedamos con la niña. Llevamos mucho tiempo queriendo adoptar a
una niña»—, y el niño al hermanastro de Anakin, Owen, un granjero de Tatooine
que no puede ser más distinto de Anakin. Él es el que aparece encapuchado al
final del día en la casa de los granjeros y entrega a Luke.
Cuando
Yoda cae derrotado por el canciller Palpatine, toda una enseñanza que él asume
con sabiduría, el gran maestro jedi exclama: «Al exilio me veo obligado». En
este lenguaje político está una de las claves de La guerra de las galaxias. Obi-Wan también parte al exilio. ¿Qué
vida llevarán todos estos personajes en tantos años? Cuando en el epiv volvamos a verlo, Obi-Wan será un
anciano; ya era sabio antes, ahora lo es más. ¿En qué ha ocupado su tiempo?
Yoda,
la esencia jedi
Monjes
guerreros, los jedi no son seres contemplativos, o no son puramente
contemplativos: también son hombres de acción. Son guerreros, en cierto modo,
antiguos caballeros medievales, una especie de hermandad espiritual que protege
la galaxia.
El consejo
jedi es un órgano consultivo del Senado, y se rige por un organigrama muy
completo que en las películas, en poco tiempo, y mostrando más que explicando,
al más puro estilo novelesco, se nos desvela. Los jedi sienten, piensan, no son
individualistas, se apoyan unos a otros, se les encomiendan misiones... Hay un
orden jerárquico. Incluso Yoda, como hemos tenido la oportunidad de comprobar
en epii y epiii, es un guerrero: inolvidables, para algunos en el peor
sentido, sus apariciones súbitas a bordo de una nave-helicóptero de combate
rodeado de tropas clon.
Cuando nos
lo volvemos a encontrar en El Imperio
contraataca, es un anciano que lo ha visto todo, absolutamente todo, pero
ya quedó patente en los primeros episodios. Yoda es una especie de gran yogui;
tiene más de ochocientos años y siente más que nadie la Fuerza. La siente tanto
que el engreimiento, la demostración de su poder, todo lo corrupto, sucio y vil
que puede suponer la Fuerza en él es completamente inane. Luke se siente muy
defraudado al principio cuando lo conoce.
«Ah, ¿un
gran guerrero?», le dirá Yoda refiriéndose a lo que busca Luke.
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