Fue
Morgoth, el Enemigo Oscuro, quien confundió el camino de los elfos noldor.
Aunque también es verdad que la semilla de la envidia y del conflicto anidaba
ya en el corazón de Fëanor. Cuando creó los Silmarils, ató su destino con un
yugo demasiado pesado, pues nunca puede preservarse aquello que teme perderse.
El asesinato de su padre, Finwë, removió las viejas heridas de sangre; y el
robo de las preciadas joyas mató su esperanza. El profundo dolor quiso ser
enterrado con el orgullo y sólo causó desdicha y sufrimiento. Enfrentado a los
valar, arrastró Fëanor a su linaje hacia el exilio, lejos de Valinor; y su
locura le llevó a verter la sangre de sus hermanos los teleri, mancillando el
nombre de los eldar en la Tierra Bendecida. Un odio secreto contra su medio
hermano, Fingolfin, le forzó a abandonarlo en el Norte, junto a Finalfin y
Galadriel. Hielo y muerte; muchos de los nobles noldor fenecieron en la cruda
tierra de Araman. La soberbia de Fëanor atrajo la atención de Morgoth, cuando
el elfo desembarcó en la Tierra Media, quemando las blancas barcas de los
teleri. En la Batalla bajo las Estrellas fue abrasado por los balrogs, y en su
último halo de vida sus palabras fueron amargas y estuvieron cargadas de odio.
Fingolfin sobrevivió, y su valor y arrojo hizo
posible que algunos de sus hermanos de sangre retornaran a la noche eterna que
era en ese tiempo la Tierra Media. Pero los valar se apiadaron de los Hijos de
Ilúvatar y levantaron el Sol sobre el Oeste para ahuyentar la oscuridad del
Mundo. Fue entonces cuando Fingolfin entró con sus huestes en Mithrim, reino de
los elfos grises y refugio del linaje de Fëanor. Se escuchaban lamentos en las
hogueras conciliares de los eldar; Maedhros había sido arrebatado por Morgoth.
Las hazañas de Fingon, digno hijo de Fingolfin, junto al rey de las águilas,
Thorondor, serían legendarias entre los elfos, cuando rescató al digno
descendiente de Fëanor, y trajo la paz entre los hermanos.
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