Tribuna para El Norte de Castilla
En una ocasión mi amigo y compañero de facultad el profesor Daniel M. Sáez Rivera me dijo que se había dado cuenta de que yo siempre escribía sobre héroes. Puede que en mis libros esto sea cierto, o bastante aproximado, y es verdad que, como a casi todo el mundo, me fascinan los héroes. De hecho me siento muy identificado con Borges cuando decía que a él le hubiera gustado ser el héroe y no el que contaba las sílabas, las sílabas del poema que cantaba a los héroes. A mí también, sinceramente, me hubiera gustado ser el héroe, y no el cantor. Pero tal vez no, si lo pienso bien, pues siempre he sido gran lector y desde pronto me gustó escribir.
Reflexionando sobre este tema para una tribuna me he percatado de muchas cosas. Como hago siempre que una palabra me intriga especialmente, acudo a la edición que tengo del Diccionario de la Real Academia Española, que ofrece distintas acepciones de héroe. La que más me satisface, en este caso, es la siguiente: “Varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes”. Esto significa un concepto muy amplio de héroe, que lo aleja, en cierto modo, del prototipo que todos tenemos en la cabeza, el que ha difundido la literatura y el cine. Los héroes suelen ser fuertes, jóvenes, guapos, con grandes cualidades. Pero no todos son así. A mí me llama la atención cómo últimamente se insiste en la literatura y en la pantalla en héroes en principio muy débiles, lo que da mayor mérito y valor a sus hazañas; así por ejemplo los hobbits de El señor de los anillos o el personaje de Willow en Willow, también un enano. Es decir, el peso de la aventura recae en los que en principio tienen menos capacidad para llevarla a cabo, y así suele suceder en la vida –y esto me importa mucho-: tal vez solemos minusvalorarnos y pensar que poseemos menos capacidades de las que tenemos finalmente, y es que el ser humano atesora grandes fortalezas, muchas veces sorprendentes, en primer lugar para nosotros mismos.
Otro día el mismo amigo, el profesor Sáez Rivera, me preguntó qué era un héroe para mí y yo contesté, a bote pronto, que era alguien que se sacrificaba por los demás, y alguien que vencía sus propias limitaciones, porque, le decía a mi amigo, qué mérito tiene sobresalir, brillar, en donde tenemos nuestras fortalezas… Pero tal vez, como en tantas cosas, yo me equivocaba, porque aunque tengamos mucha facilidad en algo, es muy posible que nuestras empresas se vayan complicando a medida que desarrollemos nuestras propias capacidades, con lo que sí que tiene mérito realizar esas empresas.
He estado reflexionando sobre los héroes de la literatura y del cine, también del cómic, que son, todos ellos, los que mejor conozco. Pero también he reflexionado sobre los héroes de la vida real, los héroes de la Historia, y los “héroes cotidianos”, como diría mi amiga Pilar Jericó, que tiene un libro muy interesante sobre esto. Y he encontrado que un héroe, o heroína, para mí, generalizando, es aquella persona que piensa antes en los demás que en sí mismo, en tantas circunstancias de la vida, y así encuentro que ser padre, quizá más todavía madre, es una forma de ser héroe, pues un padre o una madre tiene que pensar, generalizando, antes en sus hijos que en sí mismo, para sacarlos adelante. Es posible que a esto no le demos toda la importancia que tiene porque la naturaleza nos ha hecho así. Entonces, ahora que lo pienso, encuentro que la naturaleza, que es verdad que es sabia, nos hace de tal determinada manera que el comportamiento heroico entra en nosotros, en nuestra propia forma de ser, y actúa.
Pero claro, al margen de esto, hay otros tipos de héroes, muchos tipos de héroes. El gran mitólogo Joseph Campbell estudió muchos de ellos en libros maravillosos como El héroe de las mil caras, que tanto inspiró a George Lucas para la creación de La guerra de las galaxias. Yo encuentro, claro, que los misioneros son héroes, que los santos son héroes, y que hay muchas profesiones que ejercidas de una determinada manera, confieren el calificativo de héroe a los que la ejercen. Seguramente tantos médicos, profesores, tantos profesionales… son héroes. El héroe, me parece a mí, pensando en los demás antes que en sí mismo –y quien escribe esto es un gran egoísta-, se levanta de su condición puramente humana y se convierte en un héroe, porque el pensar en los demás antes que en uno mismo lleva a actuar, a hacerlo de un modo muy especial. Y sí, pienso que también nos elevamos cuando superamos alguna o muchas de nuestras limitaciones y vamos más allá de lo que pensábamos que éramos nosotros mismos, para ser alguien mucho más completo, pleno y servicial para los otros, para nuestros semejantes y también para el mundo que nos rodea.
La épica, que tanto se ha ocupado de héroes, y de dioses, no en vano llamaba héroes a los hijos de dios y de mortal, no explotó, que yo recuerde ahora, esta posibilidad heroica, cosa que sí ha hecho la novela y el cine modernos. Sin duda Superman piensa más en los demás que en sí mismo, y también Batman, y también Spiderman, superhéroes del cómic y del cine. Si no no harían lo que hacen. Pero sin duda son héroes también los que no lo parecen tanto, los que realizan acciones heroicas, grandes y pequeñas, mostrando cualidades que no sospechaban tener, cuando ellos no lo podían esperar, probablemente tampoco muchos de sus semejantes.
Eduardo Martínez Rico
Escritor y Dr. en Filología
Publicado en El Norte de Castilla el 12 de mayo de 2015
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