Entrevista con Jasaisa, autor de "Historia de la URSS en cómic"
La información que sobre Jasaisa (Santos García Peláez, en su vida de civil) nos ofrece KRK (editorial de Historia de la URSS en cómic) es la siguiente:
Hijo de esforzados inmigrantes —padre leonés y madre asturiana— quizá no por casualidad Jasaisa (Santos García Peláez) vino al mundo en una de las capitales mundiales del cómic (Bruselas) un 10 de mayo de 1971, aunque sus padres no tardaron mucho en volver a una España que intentaba desembarazarse del franquismo.
Criado en dos ambientes antagónicos —agrario, en la pequeña ciudad de La Bañeza, abierto y obrero en Gijón— ya con uso de razón andaba enfrascado dibujando, animado por un buen profesor que supo afinar su talento. Pronto se le metió el veneno de la historia en las venas y, casi en sincronía, otras adicciones del conocimiento no menos peligrosas —la filosofía y el pensamiento político— que no tienen más consuelo que la lectura compulsiva. Con ese cóctel, en la Asturias de los 80 y 90 —arrasada por la reconversión industrial y el desengaño— realiza varias colaboraciones en fanzines underground.
Tenía claro el objetivo —estudiar la licenciatura de Geografía e Historia— pero tuvo que hacerlo alternando trabajos precarios y poco agradecidos, que no hicieron más que reforzar su deseo de trabajar en la docencia de la Historia. Terminada la carrera en Oviedo, inmediatamente emprendió el tortuoso camino de opositar a la enseñanza secundaria, presentándose a cuántas oposiciones iban convocando las distintas comunidades autónomas e ingresando, en consecuencia, en diversas listas de interinos. En 2005 fue llamado para cubrir una sustitución en Castilla-La Mancha y allí se afincó y desarrolló su carrera como docente interino en distintos centros de Guadalajara y su provincia durante una década. Y siendo eso importante, lo fue aún más conocer y emparejarse con su mujer, Susana, que ha sido y es su gran apoyo en las duras y en las maduras. Duras porque fueron tiempos —todavía lo son— oscuros para la educación pública, precarizada por los recortes. Maduras porque fue consolidando su carrera profesional —aún sin plaza como funcionario— y ganándose el respeto y la amistad de cuantos fue encontrando, pues Jasaisa —animal social y político— es gran y ameno conversador. En 2016 obtuvo finalmente plaza como funcionario docente en Asturias y, tras tres cursos enseñando en Oviedo y Navelgas, volvió en 2019 a Guadalajara, donde trabaja actualmente.
Porque Jasaisa sigue enseñando Historia, pero también debatiendo, polemizando y dibujando vorazmente... Y como buen vino —rayando ya el medio siglo— ofrece su mejor sabor publicando su primer libro en el que aúna dos de sus motores vitales: la historia y el cómic.
Y sobre su espléndido cómic se dice:
Ardua tarea lograr la plasmación en cómic de un relato histórico tan complejo y apasionante como la Revolución Rusa y la historia de la Unión Soviética hasta su disolución. Difícil hacerlo introduciendo el humor en la tragedia sin caer en la insustancialidad ni la burda caricatura. Casi quimérico el conseguir resumir procesos y conceptos abstrusos mediante un dibujo expresivo y potente, que también clave la esencia y personalidad de los protagonistas... Y, sin embargo, Jasaisa (Santos García Peláez) triunfa en el empeño. Y lo hace desde el respeto a la Historia, y a esta historia en particular, pero también en su habilidad para comunicar y arrancar la sonrisa del lector y en su talento para la recreación plástica de fotografías, carteles y retratos icónicos de la época narrada. Textos y dibujos maridan perfectamente creando una obra que enseña, atrapa, emociona y divierte, dejando al lector con ganas de disfrutar de más historias de la Historia contadas de esta guisa. Imprescindible para el aficionado al cómic o al interesado por los hechos narrados o la historia en general. Para el que sume ambas querencias, una auténtica delicatessen.
Para profundizar en todas estas cuestiones quise hablar largo y tendido con el autor. ¿El resultado? Una magnifica conversación donde Jasaisa profundiza largo y tendido en varios de los temas que le apasionan.
-Háblanos sobre cómo llegaste al dibujo.
Lo recuerdo. De niño y de adolescente era bastante tímido. No era capaz de articular muchas frases seguidas sin ponerme colorado. Cosas de la edad, supongo. El dibujo, a través de la caricatura o de las expresiones me ayudaron a expresarme, aunque fuese de forma inconsciente, y descubrí que tenía bastantes cosas dentro de la cabeza que el lápiz describía en el papel. Desde que era muy niño siempre estuve con papel y bolígrafo emborronando folios.
Hasta los diez años (pudiesen ser más) copiaba otros dibujos que se publicaban en tebeos, revistas, etc. Fue una etapa de aprendizaje hasta que me solté a hacer los primeros personajes centrándome en las caras y en sus expresiones. Me flipaba y me flipa aún hoy en día la expresividad de unos ojos o de una boca vista en conjunto con el resto de la figura.
-¿Quiénes son tus mayores referentes en el mundo del cómic? ¿Y en el estudio de la historia?
Son muchos, realmente.
Con 13 años conseguí comprarme mi primer Cimoc. Recuerdo que cuando iba de vuelta a casa desde el colegio pasaba por delante de un quiosco en el que en su escaparate había publicaciones y artículos de todo tipo: soldados de plástico que vendían dentro de sobres desparramados por todo el anaquel. El periódico “El Caso” (con titulares como “Mata a su cuñado a cuchilladas, lo descuartiza y lo guisa”). El “Semana”, el “Pronto”, la Intervíu, la Lib, La Penthouse… Corría el año 1984. Y siempre había el Cimoc de ese mes, allí, reluciente y con unas portadas estupendas de Segrelles con su serie “El mercenario”. Logré ahorrar en dos vidas (eran 500 pesetas, ni más, ni menos. 3 pavos de hoy en día) y comprarme un Cimoc. Ese primer ejemplar que adquirí tenía de portada a Frank Cappa, un reportero gráfico de guerra creado por Manfred Sommer, en el convulso mundo de los años 70 y 80, que cubría conflictos en África y en América Latina y con una fuerte carga de denuncia antiimperialista.
Dentro de los que pude conseguir en los tres años siguientes, y de forma muy esporádica a mi pesar (el precio, ya sabes), descubrí a Gotlib (un referente hasta hoy por su expresividad. Y unas historias, hilarantes donde todo era una expresión con un trazo tan, tan, tan claro que a mí me pasmaba. Y me pasma. También, Vicente Segrelles con su “Mercenario”. Lo que dibujaba no eran viñetas. Eran auténticas pasadas de color, de texturas. No recuerdo sus historias para nada de aquel personaje volando sobre una especie de pterodáctilos. Pero el poder de su dibujo. Y de sus volúmenes. Y de su color. Y de sus texturas. Pura delicia. Flipante. En Cimoc también conocí “Romances de andar por casa” de Carlos Giménez. Junto a los que ya he dicho, para mí, es uno de los grandes. Conseguir una expresión tan directa con líneas tan sencillas y complejas a la vez es para quitarse el sombrero. Hace unos años conseguí el integral de su “Paracuellos”, la historia de una serie de niños en la España de la posguerra, internados en los espantosos establecimientos fascistas del Auxilio Social. También Manara me flipó durante muchísimo tiempo. Un genio de la línea. En uno de los institutos donde hice mi B.U.P., un profesor de dibujo me dijo que mi estilo se parecía al de Moebius. Me puse colorado, claro. De aquella, mis perfiles eran muy lineales y claros. Pero nada más que eso. El resto era muy mejorable. Moebius es un dibujante excepcional, con tanta claridad que es un referente para mí.
En Cimoc conocí también a Tardi y sus historias sobre la Primera Guerra Mundial. Hace unos años compré “El grito del pueblo” sobre la Comuna de París de 1871. Riguroso en la Historia y en crear ambientes y personajes a través de una estética sencilla y envidiable. Y “¡Puta guerra!”, impresionante. Tardi es un genio. Ambos se los recomiendo a mis alumnos de 1º de Bachillerato de Historia del Mundo Contemporáneo, no solo por el rigor histórico, sino también por el sentido estético.
Los Cimoc eran un tesoro visual para mí en ese momento. Estoy seguro de que si los volviese a revisar (desgraciadamente, los perdí de vista a lo largo de mis múltiples mudanzas) me estremecerían agradablemente como por aquél entonces.
La estética de “Súper López” de Jan me encanta también. Esa capacidad de hacer fondos tan caricaturescos (por no hablar de los propios personajes, obviamente), me fascina. Su sentido del humor me hace reír aún hoy en día (“La semana más larga”, “El supergrupo”, “La gran producción”…). Esa estética del otro Clark Kent, y demás, comiéndose un bocadillo de calamares en cualquier bar de barrio de Barcelona, rodeados de los ultramarinos y colmados típicos de la época ochentera, de los camiones Pegaso y de los Ford Fiesta y de los Seat Panda circulando a lo loco, así como las colillas tiradas en el suelo, y todo lo anecdótico y circunstancial que te hacen detenerte en cada viñeta para regodearte. Me encanta.
Hay muchos otros como Robert Crumb, Guy Delisle, Kim (tremendos dibujos, e historias, en “El arte de volar”, “El ala rota” o “Nieve en los bolsillos”), Alfonso Zapico (tiene unos dibujos, para mí, hipnóticos). Y por supuesto: Ivá y Fer. Para mí son unos de los referentes del dibujo más espontáneo y underground. Qué delicia. Y Kim, de nuevo, con su “Martínez el facha”.
Por supuesto, me gustaría hacer una referencia especial a Igor Medio, no solo por haber tenido el honor de conocerlo personalmente, sino porque sus dibujos, su sentido del humor y su ironía son, sencillamente, extraordinarios.
También está el cine: Fellini, Loach, Zefirelli, Wilder, los hermanos Coen, el neorrealismo italiano de Rosellinni, Pasolini. También García Berlanga (por supestísimo), Laugthon, David Lean, José Luis Cuerda, Huston, Bergman, Eastwood, Kurosawa (me quedo con “Ran”), Javier Maqua, Almodóvar (el de los 80), Polanski, Tim Burton, Chaplin, Sidney Pollack, “El sur” (de Erice) o “Goya en Burdeos” y “El amor brujo” de Saura, Eloy de La Iglesia, Spielberg, incluso… Flipo. Por la estética. La narrativa, el dramatismo, la denuncia, la ironía. Y por todo a la vez.
Mis referentes en Historia, sin duda: Hobsbawm, Kaplan, Fontana, Benassard, Amparo Pedregal, David Ruiz, Fé Bajo, Rosa Cid, Erice, Marx, Engels, Tuñón de Lara, Brenan, Jackson, Baby, Sánchez Tostado, Eslava Galán,, Robespierre, Suetonio, Dión Casio. No sé. Son más.
-¿Por qué la URSS cómo tema?
Pues es curioso. A mí los bolcheviques siempre me han caído bien. Y, además, soy profesor de Historia en la Pública, de Secundaria. Hace tres años tuve un compañero que era interino en el mismo centro en el que yo estaba destinado. Él era interino en ese momento y un día, echando un pitu, me dijo que tenía problemas a la hora de abordar el tema de “La Revolución rusa. Historia de la U.R.S.S.”: “Joder, decía, si no hay más que datos. Como me pongo y lo estudio, así se me olvida. Es imposible acordase de todo eso.“ Él es licenciado en Geografía, así que la Historia la estaba redescubriendo tiempo después de cursar su Bachillerato. Tiempo antes de conocerle a él, escribí unos textos explicando la historia contemporánea de España a mi madre. Una cosa muy ligera y en plan didáctico. Él, por casualidades de la vida, los leyó y le gustó. Y, entre cerve y cerve, me preguntó si no podía hacer algo parecido con ese tema de marras. Nos reímos. Hicimos un par de chascarrillos. Pero, hete aquí, que en unas semanas después sobrevino el confinamiento. De repente me vi con humor para abordar semejante propuesta. Y aquí estamos.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo?
Uuuffffffff. Para mí, enorme. Yo no me dedico a esto profesionalmente, aunque siempre he dibujado. Desde adolescente soñé con dibujar alguna historia. Y en ese momento, desde el 14 de marzo al 11 de mayo de 2020, me encontré con tiempo y con la relajación suficiente como para ponerme delante de un folio, con un lápiz y una goma.
Si quería explicar un tema de oposición debía ser algo riguroso, pero también ameno y simplificado. Hacía un tiempo había comprado folios de 160 gramos para otra cosa. Y me encantó la textura y cómo se desliza el lápiz sobre el papel. Me guié para la historia por el propio tema que me hice en su día para preparar la oposición. Y me dediqué a buscar imágenes en internet, con la fuerza plástica suficiente, iconográficas otras veces (el régimen comunista soviético era experto en la comunicación, en una estética muy identificable. Nada neutra. Me encanta). Fotos, cartelería, fotogramas de Einsenstein, Y la imaginación de uno mismo, claro.
-Tu cómic es un gran ejercicio de síntesis. Sin embargo, algunos puntos importantes de la historia de la URSS son pasados por alto: el asesinato de los Romanov, la carrera espacial, la invasión de Afganistán. ¿Por qué?
La ejecución de los Romanov, no aporta gran cosa al desencadenante del proceso en sí. Fue un episodio coyuntural, forzoso por otro lado, en un momento de crisis debido a la guerra civil, que estalló debido a la reacción monárquica y antibolchevique durante un proceso revolucionario. La ejecución de los Románov fue sacralizada por occidente y por el exilio zarista (nobleza y clero, principalmente). La misma clase social que ejecutó a Luis XVI en 1793 o a Carlos I Estuardo en 1645 y que tituló a dichas ejecuciones como la piedra angular de la democracia burguesa, es la misma que se “escandalizó” con la ejecución de los Romanóv, queriendo retratar a la primera revolución del siglo XX, obrera y comunista, como una monstruosidad, negando así el derecho del pueblo ruso a lo mismo que se arrogó Francia e Inglaterra dos y tres siglos antes, bajo el parámetro de la ideología burguesa y, por tanto, con distintos intereses, claro. Recordemos lo que suponía la figura del zar en Rusia desde Iván “el Terrible”: su identificación con la divinidad, un gobierno indiscutible por tanto, y la tiranía que éste suponía, sustentado sobre una nobleza terrateniente y un clero que cimentaba la ideología en un país inmenso, de mentalidad agraria con siervos adscritos a la tierra (la misma que poseían nobleza y clero por privilegio). Eso es lo que se aborda cuando se inicia el cómic: una situación anómala (por medievalizante) que la revolución se quita de encima tras un proceso relativamente rápido, pero complejo.
La época de Jruschev, la época espacial, es introspectivo en el cómic, ciertamente. En el sentido en el que dicho tema no se aborda (aparte de un guiño en la entradilla en el que el retrato de Jruschev lleva puesto una escafandra de astronauta). Pero concibo que se trata de una época en la que la U,R,S,S, camina entre el mundo stalinista y el mundo de Brezhnev, en el que la U.R.S.S. quiere quitarse de encima el período anterior. La U-R-S-S ya es una potencia en ese momento, que influye e inspira en otros procesos revolucionarios a nivel mundial. Tratar el tema de la carrera espacial, así, como dato abstracto lo veo más propio en una narración de la Guerra Fría. Es decir con la visión del otro lado. Y aquí no había lugar.
Con el tema de la invasión y guerra posterior en Afganistán opino lo mismo. Mi intención es explicar un proceso. La Guerra Fría tiene el suyo. Lo que sería la política exterior de la U.R.S.S., en este caso. Me gustaría enfocarlos independientemente y correlacionados. Ojalá sea así.
-¿Te planteas hacer una versión extendida de, pongamos, trescientas páginas?
Eso habría que preguntárselo al editor. A mí me encanta dibujar.
-Tu siguiente proyecto tratará sobre la Revolución Francesa. ¿Por qué?
Uuuuf. Esta es una pregunta peliaguda (por la extensión que puede tener la respuesta). Y muy interesante. Intentaré ser lo más breve posible. La Revolución Francesa es la ruptura con un mundo anterior (el absolutismo), pero a costa del proletariado y del campesinado. La Revolución en Francia es el ánimo de la burguesía de ocupar una escala social de la que no disponía porque el Antiguo Régimen. Le vetaba el acceso a sus privilegios. Algo normal en un mundo medieval como era la Francia del XVIII. La burguesía hace un asalto al poder por medio de las clases populares, lo ocupa y lo trata de monopolizar. Mediatiza ese poder por medio de la acción de otro grupo social. Es decir, no arriesga gran cosa porque quien arriesga, física e históricamente, que tienen mucho que mucho que ganar. Que no es poco. La Revolución Francesa, por lo tanto, abre un ciclo, donde la acción popular es determinante para que cambiar la Historia. La Revolución rusa, es la revolución en sí, donde el pueblo toma el poder para sí mismo, derribando al sistema burgués que emanó del zarismo. Es una apertura y una oclusión del círculo. Así, a grosso modo.
-¿Cuándo podremos ver publicado este proyecto?
Espero que en breve. Le pongo un año. O un año y algo. Si pudiese, antes. Estoy en el proceso de recabar y articular la documentación. En fin. Paciencia.
-¿Qué otras épocas históricas te gustaría tratar?
La Guerra Fría la tengo en mente. Pero me gustaría hacer un cómic sobre las revoluciones de 1830 y 1848. Completaría el arco del círculo de cómo se fue transformando el mundo a partir del siglo XVIII hasta 1917.
También me gustaría dibujar la Revolución del 34 (aunque Alfonso Zapico ya hizo una trilogía maravillosa). Así que, por ahora, ahí se queda como un proyecto que podría ser futurible.
-¿Te planteas escribir o dibujar un proyecto de ficción?
Sí. Antón Lombardero me espera con su guion Una historia maravillosa ambientada en el norte en los años cincuenta. Poética y justa en estos tiempos de olvido. Pero he de madurar mi estilo para ello. No vale cualquier estética para esta narración porque ha de ajustarse a la altura de lo que transmite.
-Para concluir, una pregunta casi obligada. ¿Cómo valoras a nivel histórico la guerra en Ucrania?
Obviamente, es algo histórico. Es la primera guerra en Europa desde la guerra en los Balcanes. Ojo, que he oído por ahí que la última guerra en Europa fue la Segunda Guerra Mundial. Y no es cierto. La guerra en los Balcanes estuvo activa entre 1992 y 1999. Lo recuerdo perfectamente.