APELAMOS A LA CREATIVIDAD COMO ARMA
La belleza es verdad; la verdad es belleza.
Esto es todo lo que sabes; y todo lo que necesitas saber sobre la Tierra.
John Keats.
Buena pinta. Un eslogan. Acompaña un holocartel. Una joven hermosa vierte leche en un tarro. Sus rasgos tienen suficiente dulzura y suficiente picardía. Como si estuviera diciendo “puedo ser tu madre y a la vez tu puta”. Viste un camisón blanco. Su postura para servir leche es forzada. Poco realista. Sirve para que asomen de forma sutil sus pechos perfectos. El entorno rural insinuado tras la ventana es el sueño de cualquier estresado pequeñoburgués de ciudad. Es una foto de estudio. Y no olvidemos el componente subtextual de la leche.
El holocartel resulta muy efectivo. Transmite el mensaje a la perfección. Es el resultado de intensas jornadas de trabajo y reflexión. La coca sintética ayuda a refinar el proceso. Pero esta síntesis perfecta de compulsión y anhelo solo puede surgir de un talento singular. Un talento que me pertenece a mí. Solo a mí. Ray Centeno. Mayor Creative Publisher. Sea lo que sea que signifique eso.
El holograma desaparece. El cartel se desvanece. Los ejecutivos se retuercen en sus asientos. Se quitan sus gafas. Se aprietan el nudo de la corbata. Me miran. Critican a sus anchas a la chica del cartel. Demasiado exótica. Demasiado mayor. Demasiado delgada. Manos demasiado castigadas. Poca clase. Remodelar el concepto de arriba abajo. Me trago el sapo. Asiento. Sonrío. Buscaré chicas al gusto de aquellos hombres. Blancos. Viejos. Ricos. Me infiltraré en la mente de todas las chicas de esta ciudad. Pensarán como yo pienso.
Les digo que tengo que tomar el aíre. Tengo que darles algo ya. No hay tiempo que perder. Pero no se me ocurre nada. Me gusta pasear por la ciudad. Así es como investigo. Lo hago cuando no tengo ideas. Me fijo en como viste la gente. En cómo se mueve. En cómo habla. En la marca y el tuneado de sus net glasses. Frente a que holocarteles se detienen. En los bares y cafeterías apunto que pide la gente. Cómo lo pide. Cómo se lo toma.
Entro en un bar. Un hombre gordo y calvo pide un cóctel de ensueño. De esos fosforitos. El color hace juego con las luces del local. Quiere ser una rock-star. No puedo evitar reírme al pensar que yo he fabricado su anhelo.
Y entonces entra ella.
No lleva net glasses. Es lo primero que pienso. Lo primero en lo que me fijo. Rapada. Camiseta blanca con un estampado en el pecho. Una porción de las Tres Gracias de Rubens. Letras rosas sobre las diosas. Girls Crew. Falda plisada a cuadros. Botas de cuero hasta la rodilla. Se sienta en una mesa. Se sabe observada. Esas cosas se huelen. Pero no parece importarle. Abre el bolso. Saca un libro. Lo está leyendo. Algo inaudito.
Lo inaudito es mi trabajo. He ahí un nuevo nicho de mercado. Lo alternativo se pondrá de moda. Puedo hacerlo. Puedo conseguirlo. Será como en esa vieja canción de Artic Monkeys. Knee Socks. And you were sitting in the corner with the coats all piled high. And I thought you might be mine. In a small world on an exceptionally rainy Tuesday night. In the right place and time.
Sonríe cómo si me conociera. Cómo si conociera mis objetivos. Mis intenciones. Cómo si conociera mi negro corazón. Mi mente retorcida. Cómo si no le importase. Me invita a sentarme. Por mi parte, tentativas de acercamiento. Rechazadas. Por su parte, preguntas personales. Cómo me llamo. Dónde trabajo. Si tengo familia. Ese tipo de cosas. Me cuesta responder. ¿Por qué quiere saberlo? Solo quiero golpear con un sí o un no. Y marcharme. Pero no lo hago. Intento preguntar. Mostrarme interesado. Pero simplemente no me importa.
Me dice que está esperando. Pregunto a quién. Enseguida tengo la respuesta. Se acerca por entre las mesas con un bamboleo. Tiene suerte de no poder interpretar las miradas que caen sobre ella. Miradas que solo puede proferir un mundo culpable en su belleza. Miradas que solo puede proferir un mundo cuya salvación depende de una delgada fachada de ética. Tampoco lleva net glases. Viste un chándal. Viejo, pero limpio. Se sienta al lado de la chica girls crew. Se abrazan. Se besan en la mejilla. Siempre tengo algún eslogan en la cabeza. Algún buen verso que reutilizar. Pero esta vez no. Me sorprendo teniendo pensamientos complejos. Pienso, por ejemplo y al mirarla, en que lo qué percibimos como discapacidad no tiene tanto que ver con la inteligencia como con una falta de coordinación psicomotriz generalizada.
La chica girls crew:
-Es mi hermana.
Se retuerce alrededor de su cuello como un bebe. Es bastante tierno, pero se nota que girls crew está cansada. Lo comprendo. No debe ser fácil soportar semejante ¿castigo?
La chica girls crew:
-Mis padres no quieren hacerse cargo de ella. Pero no me importa. Gano lo bastante limpiando como para mantenernos a las dos.
Se gira hacia su hermana y le hace una carantoña:
-¿Verdad que sí?
La aludida asiente sin asentir, como se asiente ante algo que no se entiende pero se disfruta.
-Es duro ver que toda esta gente que no nos conoce nos mira raro. Pero da igual. Lo único que me importa es mi hermana.
Llega el momento de irse. Cierra el libro. Cierra el bolso. Se levanta. Coge a su hermana de la mano. Salen de la cafetería. Espero sinceramente que todo les haya ido bien. Pero lo dudo.
Reconozco una melodía familiar en el hilo musical. Life forever. Maybe I don´t wanna know how your garden grows. `Cause I just wanna fly. Lately, did you ever feel the pain in the morning rain as it soaks you into the bone?
Vuelvo a la oficina. Entro en la sala de reuniones. Los ejecutivos siguen sentados alrededor de la misma mesa. Se aprietan las corbatas. Se miran. Se retuercen. Parecen incapaces de hacer otra cosa. Les digo que he tenido una idea. Una idea que puede salvarnos a todos.
Un holograma se enciende. Un cártel aparece. Es una foto de estudio. Entorno urbano. Ideal para reflejar fatuos sueños de ambición. Una chica rapada. Viste una camiseta blanca con un estampado en letras fosforescentes. Fuma un cigarrillo. Su postura es forzada. Así se acentúa su cuerpo atlético. Mira a cámara. Desafiante. Cómo si dijera “puedo abrirte la cabeza pero a la vez soy muy vulnerable”. Justo lo que los hombres buscan. O creen que buscan. Se alternativo. Un eslogan.
Pablo Menendez Fernandez
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