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lunes, 26 de septiembre de 2022

Francisco Galván acaba de publicar la novela Malenki.

 


Con mi última novela, Malenki, trato de comprender qué lleva a la gente normal al fanatismo homicida de la guerra


Francisco Galván acaba de publicar Malenki, una novela basada en las vivencias de su suegro, que se alistó en la División Azul y se embarcó en una aventura bélica en Rusia solo porque quería combatir el comunismo. Fue un arrebato colectivo de muchos españoles al final de la contienda civil española que arrastró a gente pacífica y con escaso espíritu aventurero. «Con Malenki intento comprender el mecanismo mental que hace que una persona pacífica, tranquila y libre de odios se vea dominado por el fanatismo homicida que el poder político o la clase dirigente le insufla en el alma para que vaya a matar a otras personas». Ocurrió con muchos de los españoles que se alistaron en la División Azul para luchar en Rusia y sigue pasando hoy en día. «La última prueba —afirma Galván— es la guerra entre Rusia y Ucrania, que ha desatado el fanatismo y la sinrazón en una época en que parecía que ya la habíamos desterrado».



Además de esta novela, que es un análisis de las pasiones que empujan a la juventud a la guerra, Galván ha tocado a lo largo de su carrea literaria un amplio abanico de temas y épocas. Por eso, está acostumbrado a escuchar que su escritura transita con facilidad de la novela histórica a la negra, del thriller a la policiaca, incluso con tintes fantásticos. El escritor José Ángel Mañas, autor de la mítica Historias del Kronen, lo destaca «entre la hornada de autores de best seller contemporáneos por su extraordinaria versatilidad y la suficiencia con que aborda cada nuevo reto creativo». Pero Francisco Galván no cree en fronteras literarias, ni en géneros aislados. Cree en el mestizaje, como lo es la propia vida. «Mis novelas son igual que el mundo: mestizas, multicolores, contradictorias, contaminadas de todo tipo de influencias. A mi entender, la literatura debe ser mestizaje, mezcla, mixtura. De lo contrario se queda en retórica vacía y aburrida, como le sucedería a un mundo monocromático, de una sola raza, de pensamiento único».




¿Qué te impulsó a escribir narrativa?


Soy periodista y escribo casi desde siempre, pero llegó un momento, allá por 1997, en que me apetecía escribir algo más duradero, libre y personal que los efímeros teletipos de la agencia Efe. Así me puse con mi primera novela, De buitres y lobos, que nació de mi fascinación por un mundo tan desconocido como el de los visigodos en España.



¿Cuál fue la primera novela que escribiste? ¿Llegaste a publicarla o anda olvidada en algún cajón?


Como digo, fue De buitres y lobos. La terminé en 1998, si no recuerdo mal, y se publicó en el 2005, cuando ya había publicado otras dos que escribí con posterioridad y que recibieron sendos premios. El rabo del diablo (Premio Diablo Cojuelo, de Écija) y Cuando el cielo se caiga (Premio Ateneo-Ciudad de Valladolid). Estos galardones me facilitaron la publicación de mi primera novela y otras que vinieron después.

Pero es cierto que tengo alguna novela, si no en el cajón, sí autopublicada en una plataforma de internet a la espera de que algún editor quiera editarla por primera vez en el formato tradicional.



Sueles moverte fundamentalmente entre dos géneros: la intriga y la novela histórica, ¿tienes preferencia por ellos por alguna razón?


Creo que lo bonito de escribir es no ceñirte a lo que se espera de ti ni de un determinado género literario. De ese modo no solo disfrutas tú, sino que sorprendes y haces gozar al lector. Una novela, como la vida, ha de tener de todo: misterio, intriga, amor, violencia, ternura… Ya sea en contexto histórico o actual.

Por eso, mis novelas son mestizas porque me gusta integrar lo histórico con la intriga. En todas, incluidas las tres que tengo de los visigodos, la investigación y el misterio están presentes. De hecho, siempre digo medio en broma medio en serio que el protagonista de estas tres novelas, Wulfric, es el primer detective visigodo de la historia de la literatura.

Me gusta el tema histórico porque me gusta la historia, y la investigación previa para ubicar la trama de la novela me resulta muy placentera y apasionante. En definitiva, creo que mis novelas cabalgan a lomos de varios géneros sin decantarse por ninguno en particular.

Aunque también tengo varias novelas ambientadas en el mundo actual, como El precio de la codicia, Sangre de caballo o ¿Qué fue de la reina del fish and chips? que podríamos calificar como novelas negras o policiacas, en la base no difieren en nada de las históricas. Y en cualquier caso, con un estilo directo que llega enseguida al lector, quizá debido a mi formación profesional como periodista de agencia.



¿Has pensado escribir algún otro género?


Tengo algún relato corto o mediano de ciencia ficción y fantástico, pero ninguna novela. De momento no me lo planteo aunque la próxima sobre Wulfric (la cuarta del personaje) sí que se adentrará en territorios más colindantes con lo fantástico, como ya hice con la tercera entrega, El que camina de nuevo.



¿En El Vampiro de Cuatro Caminos y Cuando el cielo se caiga el entorno histórico a veces parece tener mayor protagonismo que la propia trama de intriga, ¿lo que te interesa en realidad es denunciar algunos periodos de la historia de España?


Es cierto que en algunas novelas, el entorno, como puede ser una ciudad (casi siempre Madrid) o una época concreta se erigen en personajes de peso. En el Vampiro, además de las dos tramas paralelas que componen la novela, las fechas y el lugar (Madrid, julio-agosto de 1917) es fundamental. Cuando me puse a investigar para escribirla, recién salidos de la crisis económica del 2008, me di cuenta de que en un siglo no habíamos avanzado prácticamente nada, y como sociedad teníamos (tenemos) los mismos problemas: paro, corrupción, desigualdad social, prepotencia de los que mandan y abuso de poder. Todo ello conforma una situación convulsa siempre a punto de explotar, y si hoy día no lo hace (en 1917 sí ocurrió, como se describe en la novela) es porque ahora estamos abotargados, nos tienen adormecidos con televisión basura, espectáculos de masas, manipulación informativa y cultural y todo tipo de cachivaches electrónicos que desvían nuestras posibilidades de razonar.

Cuando el cielo se caiga se inspira en una denuncia que una particular puso contra la familia real por la apropiación de la herencia de un aristócrata, familiar de la denunciante, que incluía una colección de pinturas de gran valor. Era la herencia del Duque de Hernani, tan importante desde el punto de vista pictórico que llegaron a llamarla «El pequeño Prado». El que desee profundizar en este sórdido asunto puede buscarlo en Google, donde hay muchas entradas. Yo desarrollé una trama en el Madrid de los últimos días de la guerra civil, inspirado por este asunto.



¿Cómo surgió el personaje de Wulfric, protagonista de De buitres y lobos, El tesoro de Vulturia y El que camina de nuevo?


Wulfric es un personaje peculiar que nace de mis lecturas de la historia de los godos, de los primeros godos que comenzaron a asentarse en la Galia e Hispania con el declive del Imperio romano. Lo dote de un pasado extraño, vinculado a los lobos, pero de forma un tanto ambigua, nebulosa. Es un héroe para su pueblo desde el mismo instante de su nacimiento, lo cual es también una carga para él.


¿Tenías planeado escribir una saga sobre el personaje cuando publicaste De buitres y lobos?


No, no tenía planeadas más aventuras. Era la primera novela que escribí y, de hecho, la segunda de este personaje, El tesoro de Vulturia, vio la luz casi diez años después que De buitres y lobos, con media docena de novelas de por medio. Pero el mundo de los godos me seguía apasionando y el personaje funcionaba muy bien.



En El que camina de nuevo has introducido muchos elementos mitológicos y fantásticos que no están presentes en las dos primeras novelas, ¿por qué lo has hecho?


Las novelas de Wulfric han ido ampliando su terreno de actuación. En El que camina de nuevo la acción lo lleva hasta el extremo oriental del Imperio romano. Y a su esposa, la sacerdotisa Silvia Valentina, a dominios del Imperio persa. Territorios en ambos casos muy desconocidos, no solo para los personajes protagonistas, sino para el lector medio. Eso me ha permitido ampliar el espectro cultural y mitológico de anteriores entregas. Además, pensé que ya era hora de dar una explicación a las peculiaridades de Wulfric y a su relación con los lobos. La mitología de Grecia y de Roma es tan rica que en ella ya se apuntaba seres tan fabulosos como los vampiros o los licántropos, e incluso se han descrito prácticas parecidas al vudú. Bien es cierto que con otras características a las que nos han llegado gracias a los famosos mitos de Drácula o el hombre lobo.

Pese a todo, he tratado de incardinar estos elementos extraordinarios lo mejor posible en una novela de ambientación histórica para que no chirríen demasiado, como ya hice, en menor medida, en las dos novelas anteriores, que también recogen elementos mágicos. No olvidemos que aquellas sociedades antiguas, incluso los primeros siglos del cristianismo, estaban trufadas de prácticas mágicas que se revelaban (o al menos eso se creía) en el día a día.



¿Te gustaría escribir una novela de género fantástico o de ciencia ficción?


Por el momento no me lo planteo, salvo las pinceladas que le daré a la cuarta entrega de Wulfric.



En Malenki. La fuerza de una promesa, tu novela más reciente, cuentas la historia de tu suegro y sus tiempos en la División Azul. ¿Qué te impulsó a hacerlo?


Mi suegro, que falleció el pasado día 16 de junio, con 98 años, era un hombre muy discreto que no contaba nada de su paso por la División Azul. Solo relataba anécdotas cuando le preguntabas, algunas de ellas muy divertidas. Y una de las historias que relataba era que él, con solo el bachiller, había redactado el parte de guerra de la batalla de Krasni Bor, la mayor en la que intervinieron los españoles tuvieron en Rusia. Eso me llamaba mucho la atención. Además, después de aquella batalla, se le congelaron los pies e hizo la promesa de que si se curaba y regresaba sano y salvo, iría caminando desde su casa, en Úbeda (Jaén), hasta el Pilar de Zaragoza. Lo que cumplió en junio de 1947. Esa aventura quería contarla. Por eso lo interrogué a fondo y logré sacarle muchas cosas que se había guardado para sí durante muchas décadas y que ni siquiera conocían su mujer o sus hijas.

Lo que me intrigaba era cómo un hombre pacifico, tranquilo y tolerante se pudo ir a Rusia siendo casi un adolescente para combatir el comunismo. La novela me sirve para dar respuesta a esta pregunta, y me permite hacer un retrato de la terrible España de 1947, convertida en un gigantesco campo de exterminio. Además, analizó las condiciones que empujan a personas pacíficas a sumirse en la locura homicida y fanática de la guerra.

La novela vio la luz apenas un par de semanas antes de su fallecimiento, lo que ha servido al menos como un reconocimiento a su vida y un homenaje. Ahora reposa en la sacramental de San Justo, de Madrid, rodeado de escritores y artistas. La familia quiso que en la lápida, además de su nombre figuré la palabra “Malenki”.



Malenki es una novela muy vivencial más que bélica. Te has centrado más en las experiencias personales del protagonista que en el entorno histórico, ¿por qué tomaste esa decisión?


Con esta novela, como digo arriba, describo las vivencias de mi suegro y otras aventuras que no son reales, pero que me han servido para poner de manifiesto cómo era la España franquista de la posguerra. Es más un relato vivencial y humano que una novela bélica, aunque el «medio ambiente» en el que se desarrolla también es importante para entender la trama.



¿Tienes algún nuevo proyecto literario en mente?


Después del verano espero comenzar la cuarta (¿última?) aventura de Wulfric. Entretanto, mis editores, Alberto y Carlos, quizá quieran repescar alguna de las novelas que publiqué hace años, cuyos derechos ya he recuperado, como Memorias de un guerrillero con dos cabezas, ambientada en la guerra de la Independencia de 1808.